Otro año que se ha ido, éste se ha empeñado en que lo despidiéramos con ganas, que todo el mundo deseáramos que terminase y es que hay años y años, y 2020 ha sido de los que difícilmente olvidaremos.
Comenzaba con muchas esperanzas e ilusiones, como todo lo nuevo, además bisiesto, había una oportunidad más a sumar a los 365 restantes, pero allá por el mes de febrero algo comenzaban a contarnos de un virus que venía de China, contagioso y peligroso como ninguno conocido hasta el momento, pero que extrañamente, por otro lado, moría con agua y jabón.
Y 2020 fue el año de la información y de la desinformación; todo el mundo hablaba, todo el mundo conocía, todo el mundo decía y comentaba, al mismo tiempo que todo el mundo ignoraba.
La curva subía, la curva bajaba, la curva alcanzaba su pico, la curva… Por un momento parecíamos vivir un déjà vu, con lo que en tiempos de la crisis fue la prima de riesgo, ahora era la curva, esa maldita curva.
Y ese pequeño virus seguía llenando titulares, portadas y cabeceras de telediario, terrazas y balcones de las casas. pero al mismo tiempo, vaciaba calles, vaciaba comercios, oficinas, fábricas, vaciaba almas, familias y vidas.
En Santa Barbara, como en el resto de residencias, dejó de haber tanto ruido, las visitas pasaron a ser más contadas porque lo primero son nuestros residentes y había que protegerlos por encima de todo.
Las auxiliares y trabajadores suplían con sus muestras de afecto y cariño la cercanía de los familiares y sus sonrisas seguían estando, pero ya no dejaban verse en las comisuras de los labios, ahora eran las miradas las que lo decían todo.
Llegó el calor y con él esa nueva normalidad, extraña, pero normalidad según dicen. Y es que en nuestros genes latinos viajan los besos, los abrazos, las palmadas, los gestos de complicidad y esto de encontrarse y saludarse con el codo, con el pie, o tan sólo con la cabeza nos cuesta, nos cuesta mucho, pero protege y es lo que toca, es lo que hay.
Y, así las cosas, como si nos lo hubieran arrancado del calendario, entre confinamientos, encierros, hidrogeles, mascarillas, aplausos, distancias y demás restricciones, que 2020 se nos ha ido y con él algunas de aquellas esperanzas e ilusiones, que en realidad no se han ido, simplemente las hemos guardado para este 2021 que acabamos de empezar, que si bien no tiene esa oportunidad extra, tiene las suficientes para sentir y disfrutar la vida con la pasión y la ilusión que se merece.
Y es que la vida sólo es para eso, para ser vivida.
¡Feliz 2021!